Me refiero, a lo largo de las líneas que siguen, a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuyo centenario se está produciendo más que celebrando este año, con escasa repercusión mediática, incluyendo esa escasez en no poca medida a las terminales sindicales también. Y sin embargo se mueve, que diría el clásico para resaltar el valor superior de ciertas cosas frente a la ignorancia torpe o malvada. Reparen, no obstante, que el Trabajo, con mayúscula deliberada, ha sido un factor clave en el transcurso de este siglo de horrores y progresos sin precedentes en el tiempo histórico. Préstenme por ello unos minutos de atención:
La OIT es probablemente la primera gran Agencia especializada que lanza la Sociedad de Naciones –en la actualidad Organización de Naciones Unidas (ONU)- tras su creación inmediatamente después de la Iª Guerra Mundial, la mayor masacre que conocieron los tiempos hasta entonces. Es lógico que dicha Sociedad de Naciones, con sede originaria en Ginebra, alumbrara un instrumento basado y encargado de la defensa del Trabajo a nivel planetario, pues nacía con el anhelo de que la Paz fundada en éste y en la Justicia fuera irreversible y la especie humana no sufriera nunca más la barbarie reciente. Esos buenos deseos de la primitiva Sociedad de Naciones se vieron pronto frustrados. Las heridas de la Iª Guerra se cerraron en falso con la Paz de Versalles, humillante y demoledora para Alemania, y ésta incubó a su vez un monstruo de revanchismo y odio sin precedentes, el nacional-socialismo, que provocó la IIª Guerra Mundial y un balance de casi 50 millones de víctimas que, a diferencia de desastres bélicos anteriores, una tercera parte de las mismas no murieron en los campos de batalla sino en operaciones de exterminio genocida programadas científicamente; es el caso del Holocausto judío, y de otros de menos proyección histórica pero idéntica criminalidad contra gitanos, homosexuales, discapacitados, izquierdistas, liberales …
En la post-guerra, el gran impulso económico reconstructivo, el ascenso de los partidos obreros y del sindicalismo clasista, el desarrollo del diálogo social como motor socio-económico, los procesos de descolonización … agrandaron el papel de la OIT y la extensión de sus normas, convenios, recomendaciones e intervenciones sobre el terreno en la práctica totalidad de países de la Tierra. Cierto que la composición tripartita de la OIT (trabajadores, empresarios, gobiernos), hace más lenta y complicada la adopción y aplicación posterior en los países de la legislación que de ella emana. Pero no es menos cierto que el marco y la acción normativa de la OIT afecta a los aspectos más vitales de las personas más vulnerables frente al proceso económico y la redistribución social –más bien la falta de ésta- del crecimiento: La protección de los derechos, el valor y la dignidad del Trabajo, la Libertad Sindical y de asociación de las clases trabajadoras, el derecho a la negociación colectiva, a la participación en el reparto de la riqueza que el Trabajo crea, a la protección y a la seguridad social, a la erradicación de las formas más inhumanas y degradantes del trabajo infantil, forzoso, esclavo.
Imposible plasmar en unas pocas líneas un siglo, pero no les quepa la menor duda que todo hubiera sido distinto y peor sin la contribución de la OIT en favor de los más desfavorecidos. En el caso de la clase trabajadora española y sus sindicatos democráticos, forzosamente ilegales en la época de la dictadura, siempre tuvimos el apoyo y el reconocimiento del Grupo de los Trabajadores de la OIT. Doy fe.
En esta última etapa, el dinamismo de la OIT –en el contexto de un capitalismo global muy agresivo contra los derechos del Trabajo- está siendo muy fructífera. A ello contribuye decisivamente que, por primera vez en un siglo, es una persona procedente del sindicalismo y del mundo del trabajo, el compañero y amigo Guy Ryder, un británico que habla español con acento andaluz, ejerza el liderazgo de la OIT. Siempre retendré en mi memoria y en mi agradecimiento las palabras que me dedicó por mi contribución al proceso de Unidad Sindical Internacional, en su discurso ante el Congreso de la USO en Diciembre de 2009, el último para mí. Con el impulso de Ryder, y el apoyo sin fisuras del Movimiento Sindical del planeta, la OIT aprobó hace unos años una batería de normas para defender a millones y millones de trabajadoras domésticas, muchas de las cuales son explotadas y humilladas en todos los confines de la Tierra, incluido el nuestro. En España, Arantxa Zaguirre Altuna, junto a tantas y tantas otras compañeras ejemplares, animan con fuerza la lucha para que las normas de la OIT sean aplicadas a las trabajadoras domésticas en nuestro país, la mayoría de las cuales son mujeres e inmigrantes, y por lo mismo especialmente vulnerables y precarizadas.
En la Conferencia de la OIT de este año, el del Centenario, recién celebrada en Ginebra, se han producido dos hechos llamados a ser determinantes para el corto y el medio plazo:
- Un Convenio y una Recomendación para erradicar la violencia y el acoso de todo tipo que sufren las mujeres trabajadoras en las empresas y centros de trabajo. Una lacra histórica ya inocultable y que hay que erradicar sin miramientos, incluyendo sus dimensiones penales. El Movimiento Sindical tiene para ello este Convenio-cañón recién fabricado por la OIT. Disparen, compañeros y compañeras.
- Una extensa Declaración, aprobada por unanimidad, sobre el futuro del Trabajo ante los procesos de digitalización y robotización incontrolados. El arco de bóveda de dicha Declaración es que el Trabajo no es una mercancía subsidiaria a desechar o explotar, sino un bien superior a proteger y extender entre toda la Humanidad con garantía de sus derechos, dignidad y valor material suficiente para asegurar realidades y proyectos de vida justa y humana. La Declaración sostiene que la implantación de las tecnologías digitales y robóticas no puede hacerse de forma salvaje y sin más norte que el lucro privado a toda costa, y exige que el diálogo social tripartito sea el escenario y el instrumento permanente para establecer que los desarrollos tecnológicos sirvan para el Trabajo Decente y el progreso universal y no para negarlos provocando así sociedades fallidas por la grieta extrema de la desigualdad y la injusticia.
Al concluir este artículo estoy empezando a escribir otro que me parece absolutamente simétrico con el origen y recorrido de la OIT. Llevará por título: “Un siglo ya desde la creación de la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos (CISC)”.
*ExSecretario General de la USO. Afiliado al PSC.
(13 de Julio de 2019)